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13 diciembre, 2007

"Palabra inventada" de Everardo Coelho













Título: Palabra inventada/Palavra inventada


Autor: Everardo Coelho






Jakembó editores
2007
Edición bilingüe
Dibujos de tapa y contratapa: Charles Da Ponte
Prólogo: Emilio Pérez-Chaves
ISBN: 978-99953-40-30-8
precio:10 dólares


Volumen III de la Colección de Textos Bilingües "Pytá Jovái"

Fecha de presentación:


Julio 2008 en Centro Culktural TomJobim
de la Embajada de Brasil














Prólogo:













PRÓLOGO
PALABRA COMO INVENCIÓN Y TESTIMONIO EN EVERARDO COELHO

Un escritor brasileño, Everardo Coelho, ha querido dejar testimonio de su permanencia en Paraguay, entre nosotros. Lo hace del mejor modo posible, con una actitud perdurable: mediante un libro, lugar y objeto donde hacen presencia sus experiencias vitales y creativas, que, en la ocasión, confluyen en la encrucijada e integración de dos culturas y dos idiomas. Como se verá, el libro está dedicado “sin más palabras” a Asunción, capital del Paraguay, con tono cordial y fraterno, hasta casi filial.
Quien escribe estas líneas, pórtico en el umbral de las pá-ginas de un nuevo libro de poemas, quiere previamente compartir con el lector algunos conceptos que pueden servir de faro, brújula y guía en el paisaje de la poesía: territorio de letras que, desde sus orígenes, entre la luz y la sombra, el resplandor y la niebla, resulta —en simultánea convergencia— también horizonte y laberinto, tierra y cielo, mar y viento.
Para ingresar entonces a ese espacio y ámbito, demos la palabra y la escritura primero a Rilke, después a Heidegger.
“Nada es tan poderoso como el silencio. Y si no hubiéramos nacido en el seno de la palabra, jamás podría haber sido quebrado”, nos advierte con lucidez y enigma el autor de las veintitrés Elegías de Duino, los Sonetos a Orfeo y los Cuaderno de Malte Laurids Brigge.
“Si el coraje del pensamiento brota de la llamada del Ser, entonces prospera la palabra que decide nuestro destino” y “El poeta concentra el mundo en un decir cuya palabra permanece como un brillar suave y retenido, donde el mundo aparece, como si fuera visto por primera vez”. Esto escribía el autor de El Ser y el Tiempo. El mismo pensador cuyo magistral ensayo Hölderlin y la esencia de la poesía ofreciera su interpretación de aquél condiscípulo en Tübingen de Hegel y Schelling, que, en cierta ocasión, dijera: “Lo permanente lo fundan los poetas”.


Everardo Coelho conoce y acepta el lúcido desafío de Octavio Paz cuando éste escribe: “No es poeta aquél que no haya sentido la tentación de destruir el lenguaje o de crear otro, aquél que no haya experimentado la fascinación de la no-significación y la no menos aterradora de la significación indecible”. También es fiel a la propuesta del autor de Libertad bajo palabra cuando éste expresa: “Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día”.
Situado en la encrucijada del desafío, Everardo Coelho es leal a su propio y plural testimonio existencial. Son cuarenta y tres los textos líricos que integran el poemario Palabra inventada. Nada re-emplaza la lectura minuciosa y reflexiva de cada uno de ellos. Pero si es función del crítico literario sugerir una incursión creativa a ciertos poemas, en este análisis interpretativo no pueden ser omitidos aque-llos cuyos títulos irán siendo mencionados. Es decir, en número de quince: «Peregrinación», «Oda al cuchillo», «Haría más», «Poética», «Licor de menta», «Carpe diem», «Hoy no», «La balada del rey de Goethe», «Triángulo», «Comunicación», «Paisaje desde la ventana», «Por supuesto», «Manos», «La luz», «Ciérrate, sésamo».
Así, «‘Peregrinación», en metáfora de la vida, alude a la miel y la hiel como elementos esenciales constitutivos de la existencia y también sensaciones contradictorias pero complementarias, que le dan un sabor peculiar a veces indescifrable. En «Oda al cuchillo», resulta sugestiva la interrelación dialéctica del cuchillo en su doble función de herramienta y arma. Asimismo, la belleza, la historia, el mito, el sabor y la libertad son percibidos como “hijos del cuchillo” y el filoso instrumento es también definido como “el desmadre de la civilización”. Inevitable evocar aquí a Heráclito cuando, en uno de sus reflexivos y dialécticos fragmentos, dice: “El nombre del arco es vida. Su obra, muerte”.
En «Haría más», uno de los textos de mayor emotividad del poemario, la confesión del amor-pasión se manifiesta con un lirismo sobrio, despojado, y un coloquialismo eficaz, persuasivo.
«Poética», como su título muy bien lo indica, es tanto una declaración de principios estéticos como juego retórico de ingeniosa originalidad. En «Licor de menta», la omnipresencia del color verde remite a una metáfora de la esperanza, pese a que muy adversas circunstancias y situaciones de rutina y hastío la deterioran o demoran en su vocación de plenitud. En «Carpe Diem», la lúcida advertencia de “Aprovecha el día presente”, proclamada por Horacio, mantiene la vigencia otorgada por el tono del poeta latino, pero un hábil juego de situaciones le concede resonancias contemporáneas. «Hoy no» ofrece un testimonio vital desde los recursos de la confidencia y la reticencia, que interactúan para expresar un mensaje de destinatario innominado.
En «La balada del rey de Goethe», la aventura humana es acechada por el riesgo de “una miseria sin trascendencia” en el “pér-fido mundo sin ley”, y es entonces cuando la mención a Thule evoca lo imposible y lejano casi tanto como la «Ítaca» de Constantino Kavafis.
En «Triángulo, una situación determinada, semejante a una visión fugaz, adquiere características de sutil erotismo, que puede ser compartido sólo con una sonrisa o un guiño. «Comunicación» pone en evidencia el conflicto inter-generacional cuyos códigos diferentes conducen a una “doméstica babel” de imprevisibles consecuencias. En «Paisaje desde la ventana», el tema de la realidad y la ausencia es planteado en un contrapunto de figuras entre las cuales aún per-manece un enigma que la distancia acrecienta.
Como lo menciona una nota del autor, este poema «Por su-puesto» tiene la peculiaridad de haber sido escrito en español y traducido al portugués, en obvia diferencia con la mayoría de los poemas, que siguieron el proceso inverso. Resalta aquí una serie de vivencias de indisimulado e indisimulable cariz y matiz autobiográfico, que, más allá de la anécdota referida, al simplemente evocar también convoca un torbellino de paisajes e imágenes cuyo efecto es con-vertirlo en uno de los textos clave del poemario al proponer un espacio alucinante, paradisíaco y legendario, con reminiscencias del Saint-John Perse de Elogios, Anábasis y Crónica.
En «Manos», la observación del desarrollo de un partido de fútbol permite que, a partir del accionar del arquero, se desarrolle —en «La luz», sin el fácil recurso a una moralina seudo-compasiva o demagógica, evitando pretender juzgar a la protagonista, se aprovecha la anécdota para insinuar la cosificación entre ella y el neón de la esquina: son ambos coprotagonistas coincidentes en un mismo espacio y tiempo, pero ella supera al neón por su irrenunciable pertenencia a la condición humana, más allá de transitorias con-tingencias, de ubicaciones y jerarquías.
Finalmente,«Ciérrate, sésamo» plantea y condensa casi con la lúcida brevedad de un haikú las problemáticas contemporáneas imperantes en diversas zonas del planeta Tierra y relacionadas con la emigración, la discriminación en sus diversas manifestaciones, los pre-juicios de diversa índole pero mismo efecto excluyente, los fun-damentalismos dogmáticos y sectarios... Todas esas lacras sociales son corporizadas en una ciudadela con intenciones de bunker que pretende, con absurdos pretextos, defenderse de los supuestos “nue-vos bárbaros”. Adquiere así el poema un explícito valor testimonial. Resulta admirable el poder de síntesis que lo vuelve crisol y espejo de las ya señaladas situaciones deshumanizantes e injustas.
Para, en el ámbito de la literatura comparada, limitarnos estrictamente al sector de la literatura en lengua portuguesa, diremos que en la poesía de Everardo Coelho se perciben las presencias tutelares de, en orden cronológico, Augusto dos Anjos, Manoel Bandeira, Carlos Drummond de Andrade, Manoel de Barros, João Cabral de Melo Neto y Ferreira Gullar. Autores, como bien se sabe, pertenecientes a diversas épocas y movimientos de la literatura del Brasil. A ellos se deben agregar, en paridad y equilibrio, el clásico Camões, el enigmático Fernando Pessoa (único y plural poeta bajo sus diversos heterónimos) así como un hálito, no por leve y distante menos preciso, de Cecília Meireles, particularmente cuando ella afirma “la poesía es grito, pero transfigurado”.
Está Augusto dos Anjos, excéntrico poeta paraibano de para-dojal lenguaje, definido por sus intensos juegos fonéticos y cuya autenticidad fue tal que no vaciló en incurrir en insólitos prosaísmos para intentar abarcar su angustia existencial y cósmica. El mismo poeta que en su época y después conoció la celebridad gracias a su único y suficiente libro, cuya dimensión autobiográfica encuentra precisa síntesis en su propio título Yo, donde el texto «Psicología de un vencido» alberga versos como este: “Yo, hijo del carbono y del amoníaco”.
Está Manoel Bandeira, con justicia considerado entre los mayores poetas en verso libre en portugués y cuya tarea de traductor de diversas literaturas y autores (como García Lorca), lo transformó en muy estimable puente cultural. Su actitud rebelde y no convencional lo llevó a insistir en un concepto suyo que transciende la inicial y apa-rente obviedad: “La poesía se hace con palabras”, (y de ello se hace eco Palabra inventada, de Everardo Coelho), en clara resonancia de una obra que, en Pneumotórax, alcanza uno de sus momentos cul-minantes al decir: “La vida entera que podía haber sido y no fue”.
Está Carlos Drummond de Andrade, amigo de revelar las paradojas de la realidad, a través del distanciamiento (casi brech-tiano), del humor e incluso del absurdo, con un estilo que hace de la anti-retórica su núcleo esencial y lo lleva a vivenciar y comunicar ese “sentimiento del mundo” a través de un “claro enigma” (para utilizar su propia terminología) y cuyas consecuencias, en su poética, lo deter-minan a concluir: “La poesía más rica/es una señal de menos” y “Siempre dentro de mí mi enemigo/Y siempre en mi siempre la misma ausencia”.
Está Manoel de Barros, precursor, en la geografía brasileña, de elementos conceptuales de ambientalismo, ecología y contra-cultura (reflejos de sus vivencias en el Pantanal), en un estilo, con frecuencia, similar al de Guimarães Rosa en narrativa.
Está João Cabral de Melo Neto (que tuvo a Asunción del Paraguay como uno de sus destinos diplomáticos en la década del ’70), con su característica poesía sobria, austera, despojada. Tan despojada como aquellos paisajes nordestinos y de la hispánica meseta castellana, que el autor pudo conocer en sus viajes. Poesía libre de cualquier elemento residual y en la que el rigor semántico —que incorpora y no rechaza lo coloquial ni lo prosaico— logra llevarlo a niveles de depuración y presencia de los objetos en un ámbito casi geométrico y abstracto. El mismo que, en «El ingeniero», lo hace escribir: “En ciertas tardes nos subíamos/al edificio. La ciudad cotidiana,/como un diario que todos leían,/ ganaba un pulmón de cemento y vidrio”.
Está Ferreira Gullar, cuyo exacto equilibrio entre lo lírico y lo testimonial lo vuelve paradigmático en su personal tratamiento de la cotidianidad y los mitos, con escenarios diversos pero de preferencia los de su ciudad natal, São Luís do Maranhão.
Autores brasileños todos los mencionados y, se reitera, en galería cronológica y sucesión histórica. Pero autores éstos más en clave de afinidad expresiva entre Everardo Coelho y ellos mismos, pues así deben ser interpretados e interrelacionados mucho antes que

Es importante señalar que Everardo Coelho ha sabido conquistar un estilo propio y característico, entendiendo por tal aquél donde “bajo el nombre de estilo, se forma un lenguaje autárquico que se hunde en la mitología personal y secreta del autor”, como bien lo define Roland Barthes en Le degré zéro de l’écriture.
Quien hasta aquí haya seguido este itinerario breve pero imprescindible por escenarios y paisajes de la literatura comparada sabrá entonces comprender la necesidad de ese viaje también vivido y vívido como excursión e incursión en el territorio de las letras.
No son pocos quienes coinciden en que la síntesis de la tarea poética es obtener de las palabras lo que ellas parecen no estar dispuestas, inicialmente, a entregar. Así, last but not the least, como se sabe, “último pero no menos importante”, es la presentación bilingüe de los poemas. Esa decisión personal y literaria permite una lectura plural, rica en resonancias, afinidades y particularidades. Así, el lector, en su idioma natal respectivo, o en ambos, puede tener la vivencia de una exacta percepción de los diversos niveles expresivos que el poemario propone. Uno de sus mayores méritos es pre-cisamente ése y otro motivo que también ayuda a confiar en una eficaz difusión y una atenta recepción en escenarios y ámbitos donde la integración cultural regional y continental adquieran, en breve, su dimensión más auténtica desde sus perfiles más fieles, participativos y solidarios.

Asunción del Paraguay, primavera de 2007.


Emilio Pérez-Chaves
Escritor y crítico