DIRECTOR: Cristino Bogado CONSEJO EDITORIAL: Montserrat Álvarez, Carlos Bazzano, Alexis Álvarez, Edgar Cazal, María Eugenia Ayala Dirección: Brasil 353 Asunción-Paraguay E-mail: jakembo@gmail.com Fono:0981-288124

19 mayo, 2007

Fragmento de "Tré la tré María"

Baja de su bicicleta Ramón’í, cómo saber qué pasó esa fría mañana; de mayo creo que era, atrás del baño de su casa, con su hermana espiritual Belí y con su propia madre que parece haber salido un rato y el fulano ése que apareció con el poncho y lo tendió, cazadoramente.
Qué cómo comenzó la historia: já, che, che vio todo lo que pasó. Che sy fue que entregó el poncho que había sido de papá a ese desesperado. Y Dalber, agachadito y escondiéndose, silencioso se fue atrás de los troncos y esperó ahí en los árboles del patio. El poncho apretado contra su pecho. De donde yo estaba se le escuchaba su ruido del corazón, atajaba su respiración. Se fue como saltando desde la casa hasta el baño del fondo. Ni techo ni puerta tiene el bañadero. Hace un frío de cagarse ahí cuando es invierno y ese día estaba fresco, comenzaba a caer el primer frío de verdad. Justo cuando Dalber se atajaba del níspero para no hacer ruido, vino como un viento del sur que cruzó el patio y arrastró las hojas y él aprovechó el envión y el ruido y se fue para colocarse ahí atrás, ahí nomás, fijate, como si fuera también una hoja de níspero ya seca y crujosa. Ahí mismo, arrodillado, como si estuviera para confesarse con el pa’í agarró el poncho y lo puso en el piso, lo alisó con las dos manos, le enderezó las puntas que habían quedado dobladas y se quedó escuchando, con la boca abierta que tenía mientras que la otra estaba ahí seguramente cagada de frío, como me pasó a mí tantas veces y hacía ruido con su boca, y con el agua, y con el jarro, y con la latona. Belí se bañaba y no sabía que el trampero ese estaba ahí al ladito, detrás de esas maderas. Seguro que Dalber podía olerla, sentir el calorcito de su piel y el vapor del agua que le salía. Muchas veces yo le espié. Yo también a veces dormía con ella cuando era más chico y hasta ahora. Tenía poquitos pelos ahí y se le ponía de gallina toda la piel porque era blanquita, y estaba linda. Iporá la mitacuña’í, iporaetereí. Yo me imaginaba lo que Dalber estaba viendo embobado. Ella no desconfiaba de nadie. No pensaba en nada de esas cosas. Ya estará terminando de bañarse pensé cuando se oyó el ruido del jarro raspando el fondo de la latona, poco agua le quedaba. Qué lindo cuando se echaba el agua encima y se le ponían casi negras y duras las puntas de sus tetas. Mientras tanto ese asqueroso se fregaba, con su mano, muchas veces. Ya tenía todo su ma’era cuando sonó en el fondo de la fuentona vacía el jarrito. Ya está dije para mí y me acomodé para ver mejor: Belí terminó de bañarse. Apenas alcanzó a descolgar la toalla que hacía de cortinita en la puerta y Dalber la agarró de la muñeca, le tapó la boca y cuando quiso desprenderse ya estaba tendida sobre el poncho. Yo vi todo, así nomá fue che karaí.

(...)

De lo que escuchó Rosanita a una vendedora masiado ñe’ereí que se puso a contarle de todo, a ella que recién salía en libertad y esperaba un colectivo en San Lorenzo, con un su nuevo compañero, Feliciano, un 14 de mayo para ir a ver a su madre internada en el hospital regional de Villarrica. Felí preguntó a la vendedora si ya había pasado el Salto Cristal.

—Ne’í raití che memby, pero angáitéma oikéta. Pehóta peé sy rendápe hína. Iporá upéa pehó ará pénde katú ajá, ko ñandé sy ko tuichá etereí mba’é opá mba’é pehejá va’erá, nápe ponderái va’erá mba’é vére. Pehejá pehejáa, pehó ará pende sy rendápe. Che ngo ko ahasé eté la che sy rendápe, che mamíta oré ymaguaré la oré sy pé mamita ro’énte voí. Che la che sy oguerekó ochénta y siéte áño, ha che aguerekó cincuénta y cuárto áño. Ha la che sy hesái ombá’apó o trahiná vevépe ha’é noñandúi mba’é veté verá. Oré familia ko areté reí pevé roikó la che aguéla oikó véa akué ciénto diecisiéte áño pevé, ha la che bisaguéla katú ciénto treinta áño pevé. Ha che ko’ánga aikó che ména ndiéntema, che memby kuéra omendá páma ombá’apó porá ambá hikuái, pe negócio oíva pe ótra equína pe ha’é che memby kuñá mba’é, oré narói kotevéimba’é vére, che ména itrabajadór ha che aveí la oré róga pype peteí chaité ro jopartí la tembiá pópe, ha’é ojapó peteí mba’é ha che ótra cosa ha upéicha roñó manehá, che ha’é voí chupé ohó haguá la isy rendápe ombojeré haguá chupé. Peteí un mé ha che upéicha aveí ahá un me ambojeré la che sy pé ha upéi katú al verrés ha’é ohó peteí un mé ombojeré la che sy pé ha che ahá upé iriré ambojeré la isy pé. Nda pépe oúma la pénde coletívo. Pehó katú che memby ha pevy aité ke ná ko pénde sy ndivé.

De lo que siguió, del penoso viaje con el ómnibus atiborrado de gente, y la cantidad de horas que tuvieron que ir parados ahí adentro, no resta decir nada. Sólo que, cuando María Rosana preguntó en la recepción del hospital, se enteró que su madre, Pánfila, había muerto hacía días, no había llegado al día de la madre. La enfermera que le atendió no entendió ni quiso entender el por qué de la sonrisa y el brillo súbito en los ojos de la aún joven Rosanita. Nunca más se supo de ella a partir de entonces, sólo que había estado brevemente en esa recepción del hospital.

(…)

Me crecieron unas ganas locas de ir hasta el castillo. Sí, claro que fui. Tenía entre mis cosas un vyrapará que me había regalado Froilán. Uno de los buenos. De esos que matan casi sin que uno quiera matar. De esos que te manejan la mano y te dejan oscuro el cerebro.

Qué cómo comenzó la historia: já, al salir del confesionario, al atravesar el atrio, al dejar atrás la iglesia y encaminarme hacia el pinoty, estaba oscuro, así en la oscuridad nos habíamos encontrado en el confesionario con pa’í Alberto. Así en la oscuridad pero con una brisa fría que preanunciaba el amanecer, caminaba hacia el castillo. Le pasaba la yema de los dedos al filo del cuchillo. No sé por qué iba a matar. Debería haber matado al cura. Pero los prejuicios me lo impidieron. En una Iglesia no me animaba, además él sólo se había tendido su propia trampa: Rubencito, el mita’í venía de una familia desgraciada y no soportaría una tercera cruz. Estaba seguro de eso. Caminaba en una especie de éxtasis extraño, podría confundírseme con un peregrinante en el camino a Itapé, pero no iba a ver a la Virgen, iba a encontrarme con Castillo. Yo hombre. Yo mujer. Yo narrador, tenía que ponerle punto final, tenía que mezclarme con mis personajes. Ser uno más de los que matan y mueren sin importarles nada, porque total todo tiene su reemplazo. Las cosas crecen rápido acá en esta tierra húmeda, lluviosa, donde el calor siempre está ahí para fertilizar cualquier semilla, mala o buena, sin importar las consecuencias. Cuando me di vuelta para mirar el camino rojizo que iba dejando atrás ví a Cirilo el jaguá y más atrás a María Rosana, a María Belinda y a María Isabel, venían acompañadas por los únicos testigos que podían dar fe de todo lo que había ocurrido alrededor del pinoty: Tarzán, Balú y Casimiro, venían a desmentir y dar fe de que Castillo no murió frente a su vecina sin alcanzar a beber el vaso de agua que le había pedido, cayendo a sus pies. Venían a atestiguar, como siempre lo habían hecho en cada uno y todos los casos, que las cosas eran como eran y no como se les ocurre inventar a veces a los hombres.

fragmento extraìdo de "Trè la trè Marìa", Jorge Montesino, Asunciòn, Jakembò editores, 2007

13 mayo, 2007

"Tré la tré María", de Jorge Montesino



Título: "Tré la tré María"
Autor: Jorge Montesino
Colección de narrativa Ñe'ëreí,número 3
ISBN:978-99953-40-05-6

FOTOGRAFÍA DE TAPA: "Angelito", reproducción de una fotografía de O. Salerno perteneciente a la Colección CAV/Museo del Barro, tomada a una talla policromada de Cándido Rodríguez dedicada a Rosalina Rodríguez, c. 1960. Obs.: la foto fue reproducida de la pág. 29 del libro "Nace un Curuzú, propuesta para un diccionario de la religiosidad popular paraguaya" de Nanda Leonardini, editado en la colección "Identidades en Tránsito" del Centro de Artes Visuales/Museo del Barro, Asunción, Paraguay, Agosto del 2002.


Fecha de lanzamiento:
Domingo 24 de junio 2007
Local: Estacionamiento del Shopin Mariskal López, en el marco de las actividades
la Libro Feria Asunciòn 2007

Horario: 5 pm
Contaremos con el wallsound de la banda de rock lambareño-caacupeña "Virgen del Amor Extàtico",en la lìnea del Sonic Youth màs tìmido de los 90.
Y el dr.Antonio Tudela Sancho se referirà a la novela brevemente.

60 pp.
7 dólares