Bienvenidos a todos. Me toca hablar esta noche de la novela de Humberto Bas. Lo primero que diré de ella es que el título El Superpalo tiene poco que ver con las asociaciones freudianas que pudieran emerger al leer apenas el nombre de la obra. El Superpalo es el nombre del ómnibus, el héroe mecánico de la novela, protagonista vertebral del libro.
La narración posee al menos dos relatos enmarcados. Por un lado la historia del marinero Anatol cuya historia intentará emular y paralelizar Virgilio, el protagonista de carne y huesos de esta obra. Y por el otro, el relato de Samuel Lonyorme Clemens que traerá al pueblo al antagonista de hierro del querible Superpalo. Este último relato encierra una lectura en clave humorística y caricaturesca del comunismo y el capitalismo.
Hay en el libro un homenaje a Mark Twain, un autor de enorme talento que nos dejó páginas magníficas y que nos dejó también su Huckleberry Finn, considerada como la primera novela moderna de la literatura norteamericana.
Algunos pasajes de la novela me trajeron recuerdos del aire fragante de Macondo y del Premio Nobel japonés Yasunari Kawabata por sus bellas durmientes y aquello de la contemplación de la desnudez femenina como un acto superior al de la consumación de la unión física.
Con el motor encendido y bocinazos multiplicados El Superpalo atraviesa los territorios del realismo para internarse con sus cuatro ruedas en lo real maravilloso. Así es que este Virgilio no mantuano debe esforzarse por desencriptar los caprichos del Superpalo, esa deidad motorizada que comanda La Oliva. Hacia las últimas páginas se da la absoluta y maniqueísta polarización entre el Superpalo y el Trentrucho, la dicotomía entre el ómnibus local y el tren foráneo. Unas máquinas que, entre latinajos de fierro, tendrán al principio un duro enfrentamiento, enfrentamiento éste que dará pie a Humberto para lograr una espléndida gradación.
Esta novela es de un verde fosforescente, un verde vinchuca como el color del Superpalo; es también una puerta que se abre tras otra y se bifurca como los jardines del ciego en una ingeniosa puesta en abismo. El humor, que es la normal respiración de la inteligencia, campea por estas páginas. Humberto, cuya prolongada amistad con los libros es notoria, maneja con gran soltura ese virus extraterrestre que es el modo en que Burroughs se refería al lenguaje, hay un trabajo notable de las oraciones. Con un léxico elegante aunque no recargado y una prosa pródiga en adjetivos el autor nos regala una novela divertida, llena de chispa y de un ingenio por momentos quevediano.
Para finalizar estas breves reflexiones solo me resta felicitar por esta acertada inclusión en un catálogo cada vez más nutrido y heterogéneo y saludar con entusiasmo esta irrupción de Humberto Bas dentro de la literatura paraguaya con esta primera novela, una literatura paraguaya, por otra parte, tan necesitada de nuevas voces, nuevos ámbitos como la obra del indeleble Truman.
Muchas gracias.
Javier Viveros (Asuncion 1977), escritor,actualmente prepara la publicación de su segundo libro
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